Desde la más remota antigüedad, los hombres buscaron el modo de acceder a zonas de sí mismos, donde intuían que se encontraba la solución a múltiples problemas imposibles de resolver a través de los mecanismos mentales empleados habitualmente.
Esa parte oculta de la conciencia humana que nos aleja de la individualidad para conectamos estrechamente con la Totalidad, con el Universo, con la Unidad, recibe el nombre de conciencia cósmica.
Pero, ¿dónde se encuentra esta clase de conciencia? ¿De dónde proviene? ¿Qué lazos la unen al Cosmos? ¿A qué naturaleza pertenece? Estos y muchos otros interrogantes nos acercan a un misterio que la filosofía, la psicología y las ciencias paranormales se esfuerzan por resolver.
LOS HEMISFERIOS CEREBRALES
En nuestro cerebro, las funciones se encuentran repartidas: al hemisferio izquierdo le compete todo lo relacionado con el campo de la razón, la lógica, mientras que el hemisferio derecho es el asiento de la sabiduría interior, la intuición, la creatividad, la inspiración, lo artístico.
Esto significa que, mientras el lóbulo derecho se ocupa de emitir mensajes leves que se desplazan a la manera de una silenciosa voz interior que no puede acceder al plano de la conciencia, el lóbulo izquierdo, en cambio, se manifiesta incompatible con todo lo que no forme parte de la culturización verbal o el material inteligente. Nuestra forma de vida y nuestra cultura nos impiden habitualmente escuchar esa voz suave y discreta que proviene del hemisferio derecho de nuestro cerebro, sin reparar en el hecho de que esa voz es portadora insustituible de las señales propias de la conciencia cósmica del hombre.
Como tal, la voz de la conciencia cósmica es aquella que inspira el sentimiento religioso y la espiritualidad.
La parapsicología encuentra una ineludible conexión entre la conciencia cósmica y los fenómenos Psi, en la creencia de que todos los organismos que integran el Cosmos están comunicados a través de una red de señales o vibraciones metafísicas. De esta manera, podría decirse que no existen entidades aisladas o independientes, puesto que cada cosa forma parte de un orden, de un Todo en el que cada porción adquiere su sentido y su razón de ser.
Cuando los mensajes provenientes del lóbulo derecho del cerebro son captados por el hombre (a través, por ejemplo, de adecuadas técnicas de relajación existen posibilidades de desarrollar las dormidas facultades paranormales que todos poseemos. Si la conciencia cósmica de cada uno de nosotros se despertase, podríamos -sin duda- comunicamos con ese algo invisible que se encuentra más allá de los límites de la percepción.
De este modo, nos integraríamos al Todo de forma plena, a través de esas inquietudes, sentimientos o intuiciones que el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro todavía no puede descifrar.
